Con un caminar pausado, una mirada cansada por los años, pero con un brillo que se ilumina cuando habla de sus dos hijos, doña Emilia Montoya de Rivera recorre los pasillos del quinto y sexto piso del Centro Administrativo Municipal de Armenia -CAM, hoy después de casi 30 años de arduo trabajo como operaria de aseo o escobita como ella misma se identifica, apoya las labores de limpieza, cuida las plantas con dedicación y recibe el amor de todos sus compañeros mientras llega el momento de disfrutar de su pensión, su mayor anhelo aparte de ver a sus hijos bien.
A través de su trabajo, igual que muchas madres, doña Emilia sacó adelante su familia, pues antes de llegar a Empresas Públicas de Armenia en el año 1997, vendía fritanga en un puestico, con lo cual le dio estudio a sus dos hijos. Ya luego con el trabajo en EPA pudo mejorar la calidad de vida de ella y su familia al tener un empleo estable, lo dice mientras prepara el café que todas las mañanas le entrega a sus compañeros de trabajo.
“Inicié en EPA cuando estaba la galería acá en el centro, recibiendo canecas para echarlas a la volqueta y de ahí el supervisor me sacó y me puso a barrer, así saqué adelante a mis dos hijos ya hasta que ellos quisieron, cuando se fueron de la casa, el pequeño, el niño ya tiene 54 años”, expresa doña Emilia.
Sin dudarlo, lo más importante para ella son sus hijos, se nota cuando habla de ellos al quebrársele la voz y al ver como sus ojos se cierran para traer su recuerdo que poco a poco se convierte en un intento de lágrima que pretende detener y continuar con su relato.
“Para mí ellos significan todo, son la vida de uno, y los nietos aunque estén lejos son la alegría y el motor de mis días, yo quiero verlos bien, que no pasen necesidades porque gracias a Dios y con mi trabajo nunca lo han hecho”, asegura.
Al preguntarle por ese sueño que le queda por cumplir después de haber logrado sacar adelante a sus hijos y brindarles lo mejor, doña Emilia no lo duda y ese anhelo se convierte en una sola palabra: pensionarme, “que me den la pensión y ya irme a descansar después de tanto trabajar, aunque yo estoy bien acá y me daría 'berriendera' irme”, afirma en medio de una sonrisa que ilumina su rostro.
Por ahora, Doña Emilia sigue conservando el cariño de sus compañeros de EPA que siempre la saludan y le dan un abrazo, pues con su caminar pausado sigue sus labores, pero sobre todo con esa dulzura que sin lugar a duda la hacen una madre ejemplar de La Empresa de Todos.
Comunicaciones EPA ESP.